Minería de Oro en Perú

Minería de Oro en Perú

 

Nasbat Marleni es una amante de la naturaleza. Desde 2013, trabaja con cacao, el cual se usa para elaborar chocolate. Ella y otros agricultores de la zona se dedican desde hace años a la agroforestería y han aprendido a comercializar sus productos y a adaptarse a los cambios. Pero Nasbat ha tenido que enfrentarse a otros retos.

Ella y sus compañeros formalizaron su organización en el año 2000. Hallaron tierra disponible en Santa Rosa, Perú. A pesar de que llevaban años trabajando la tierra, en 2004 el gobierno otorgó una concesión minera para esos terrenos.

“Nosotros dijimos: ‘Hemos elegido esta tierra como campos de cultivo’. La compañía minera dijo: ‘No, yo quiero trabajar y tengo documentos legales para hacerlo. Poseo un título de concesión que me autoriza a realizar trabajos de minería aquí. Tengo que extraer oro’. Y el hombre llegó con sus máquinas”, cuenta Nasbat. “La situación fue horrible”.

Nasbat dice que el impacto medioambiental es enorme. 

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“Se lo hemos dicho muchas veces: ‘Si continuamos así, el cambio será mayor. Será peor’”, afirma Nasbat. “Los agricultores mantenemos la tierra viva. Sin embargo, cuando se extrae oro, no se planta nada, no se devuelve nada a la naturaleza y por eso los cambios son tremendos. Y nosotros sufrimos las consecuencias”.

Nasbat también siente un gran pesar personal. Dice que los mineros le han pedido al gobierno que no conceda títulos de propiedad para las tierras de los campesinos. A ella le resulta difícil incluso interactuar con los mineros.

 

“La minería nos ha destrozado. Algunas personas han defendido la tierra; otras han defendido el oro. ¿Cuál opción tiene mayor peso? Nuestra población está dividida”. Nasbat Marleni

 

Esta división es la que Catholic Relief Services (CRS) y su socio Cáritas Madre de Dios intentan remediar a través de un proyecto financiado por la USAID. El objetivo de dicho proyecto consiste en establecer un diálogo sobre el uso de la tierra entre mineros, comunidades indígenas y agricultores, además de poner en marcha un “Plan de Vida” para los grupos. El proyecto también busca influir sobre el gobierno para lograr mejoras políticas, entre ellas la formalización de la minería y la agricultura en Madre de Dios. 

“No se puede dialogar, no se puede llegar a un acuerdo, no se puede negociar mientras entre los tres protagonistas —mineros, indígenas y agricultores— exista desigualdad de poder, desigualdad de oportunidades y desigualdad técnica”, dice Tattiana. “La minería en Madre de Dios goza de poder económico. También tiene el poder en el aspecto técnico. Los mineros conocen las leyes que los favorecen. En Madre de Dios, el agricultor carece de los recursos con los que cuenta el minero. Durante 15 años, los campesinos han intentado obtener títulos de propiedad sobre la tierra y el gobierno no se los concede”.

El objetivo final del proyecto es lograr un equilibro de poder y mantener el dialogo abierto.

En opinión de Nasbat, todavía tendrán que enfrentar una difícil batalla.

“Otros no han vivido lo que nosotros vivimos. Por ejemplo, los nativos viven en armonía con los mineros porque los nativos siempre han trabajado con el oro y, por lo tanto, se entienden entre ellos. A veces basta con que alguien pronuncie la palabra ‘minería’ para ponerme nerviosa. En ocasiones no puedo enfrentarme a lo que nos ha ocurrido en el pasado y mis emociones son, de pronto, tan fuertes que hay momentos en los que ni siquiera soy capaz de controlarlas”, dice Nasbat.

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