Selena Escalante siempre ha vivido en el campo, creció en El Salvador viendo cómo su madre trabajaba la tierra y recogía sus cosechas. Para esta joven de 28 años y estudiante de administración de empresas, el campo es dónde están sus raíces y de donde viene su interés por la agricultura.
A diferencia de muchos otros jóvenes salvadoreños que hoy prefieren encontrar nuevos rumbos lejos de la vida rural, Selena decidió dedicarse de lleno a la actividad agrícola y no precisamente sembrando y trabajando una parcela, sino asesorando a otros agricultores de su comunidad para implementar prácticas sostenibles de agricultura y conservación del medio ambiente.
A través de su emprendimiento llamado Rain Drop, que en español significa “Gota de lluvia”, Selena y dos jóvenes más, Byron, Manuel y David se unieron con el apoyo de Catholic Relief Services (CRS), para asesorar a los pequeños agricultores de Ahuachapán, El Salvador, en el diagnóstico de la salud de sus tierras, la implementación de prácticas agrícolas para tener cultivos productivos y resistentes al cambio climático, y restaurar el ecosistema.
“Sabemos que es poco lo que hacemos para cuidar nuestro medio ambiente y son pocas las personas que quieren actuar. Entonces, nosotros podemos generar el cambio. Si no actuamos ahora, probablemente cuando lo queramos hacer ya sea demasiado tarde”, afirma Selena.
Agricultura en emergencia debido al clima
Según la CEPAL, El Salvador es un país altamente vulnerable a los efectos del clima. Durante los últimos años, los eventos climáticos extremos, como sequías y tormentas de alta intensidad, han afectado significativamente la actividad agrícola, generando grandes pérdidas.
El cambio climático también ha creado patrones de clima cada vez más erráticos, trayendo sequías frecuentes en temporadas que solían ser de lluvias y precipitaciones extremas, que hacen muy difícil a los agricultores saber cuándo sembrar y cómo mantener sus cultivos saludables.
“Este año, el cambio climático afectó de gran manera. Los agricultores que sembraron al inicio perdieron sus cultivos porque no llovió en el mes que se tenía previsto y, otros, los perdieron en el invierno porque las lluvias no han sido iguales”, dice Selena, quien a través de su trabajo con pequeños agricultores puede evidenciar cómo el cambio climático los afecta.
En El Salvador existen más de 400 mil personas que viven de la agricultura, la gran mayoría son pequeños productores cuyos cultivos dependen de la lluvia y utilizan prácticas agrícolas tradicionales, que no les permite adaptarse a los efectos del clima y afectan los recursos naturales.
Cerca del 75% del maíz y el frijol que se consume en el país son producidos por ellos, lo cual pone en sus manos gran parte de la seguridad alimentaria de El Salvador.
Al impacto del cambio climático, también se suman la degradación del suelo y la deforestación. En El Salvador, el 75% de las tierras destinadas a la agricultura se encuentran degradadas por falta de cubertura vegetal, reducciones graves de su materia orgánica y altas tasas de erosión.
Todos estos factores impiden que las plantas accedan a suficiente agua para mantenerse, incluso cuando hay suficiente lluvia, y reducen la cantidad de agua que se infiltra en el suelo para recargar manantiales y acuíferos subterráneos.
La deforestación afecta significativamente la salud de los suelos y la conservación del agua, además de empeorar la vulnerabilidad del país al cambio climático.
Sin embargo, entre 2001 y 2018, El Salvador perdió el equivalente a 5 mil canchas de fútbol en bosques debido a la tala de árboles para actividades agrícolas, la urbanización y la obtención de carbón vegetal y madera, según estudios realizados por el Banco Mundial.
Se necesitan jóvenes para trabajar la tierra
A través de su emprendimiento, Selena ha podido comprender bien cuáles son los retos que enfrentan hoy los agricultores para lograr asesorarlos efectivamente. Además de la degradación ecológica, afirma que la agricultura se ha vuelto poco rentable y los precios de los insumos agrícolas han aumentado.
A todo esto, se suma que no hay suficiente mano de obra para trabajar la tierra. En El Salvador, los agricultores están envejeciendo y hay necesidad de un relevo generacional. Pero los bajos ingresos de la actividad agrícola, la poca seguridad que esta brinda y el impacto del cambio climático desmotivan a los jóvenes a dedicarse al trabajo de la tierra. Muchos deciden migrar a centros urbanos o a los Estados Unidos.
“La mayoría de los agricultores, indica Selena, son personas mayores y muchas veces no tienen quien los ayude. Entonces, algunos ya no siembran porque están muy señores y no tienen la fuerza para seguir”.
Sin embargo, cuando los jóvenes rurales identifican oportunidades en el campo que les permite tener una vida digna, deciden dedicarse a la agricultura, así como lo hizo Selena y sus socios en Rain Drop.
La participación de la juventud en un factor determinante para el éxito y sostenibilidad de la actividad agrícola en El Salvador, sobre todo en estos momentos de tantos desafíos ambientales.
Por esta razón, CRS desarrolla programas como Raíces, que cultivan a las nuevas generaciones de líderes de la agricultura. A través de educación formal, capacitación técnica, servicios de desarrollo empresarial y tutorías en liderazgo, motivamos a los jóvenes a trabajar en el campo, crear emprendimientos rurales y generar empleo.
Te invitamos a unirte a nuestras campañas que buscan continuar ayudando a los jóvenes agricultores a enfrentar los efectos del clima y prosperar.