“Podemos hacerlo. Tenemos el poder, porque tenemos a Dios. Y tenemos nuestra fe que nos lleva a la acción”.
Cuando Alejandra era niña y vivía en México, solía visitar con frecuencia la casa de unas religiosas. A la entrada de la casa tenían la foto de una de las monjitas en África abrazando a un niño que sufría de desnutrición. “Era tan tierno ver esa imagen y sentir el amor que ella expresaba en esa fotografía”, dice Alejandra. Y cada vez que veía la foto, su imaginación empezaba a volar pensando que algún día ella también sería monja e iría a África para llevarle ayuda a los niños en necesidad.
Alejandra ahora vive en California, y ese deseo de ayudar a los más necesitados renació cuando conoció a Catholic Relief Services (CRS) a través del programa de Cuaresma Plato de Arroz de CRS. “Me puse a ver los videos y a leer el material”, cuenta, “y cada vez me impactaba más enterarme de la situación de pobreza y hambre que pasan nuestros hermanos alrededor del mundo aún en nuestros días”. Poco a poco, Alejandra empezó a motivar a otros en su parroquia, a participar en acciones concretas de solidaridad, y hoy ella lidera el camino como Animadora diocesana de CRS.
Es muy común encontrarla en casa de alguna familia de su comunidad ayudando a cocinar, junto con otros amigos, alguna de las recetas de Plato de Arroz de CRS. Estas recetas son de platos propios para la Cuaresma y de países en donde CRS sirve a comunidades marginadas gracias a la generosidad de los católicos en los Estados Unidos. Las recetas le brindan a Alejandra una oportunidad para compartir con otros la cultura de diferentes países y hacerlos ‘viajar’. “Al cocinar una receta”, dice, “estamos viajando, y estamos abrazando a nuestros hermanos … estamos conociendo parte de su vida. Reflexionamos con ellas [porque] para nosotros son recetas para Cuaresma, una opción para nuestros platillos; pero para ellos, es una comida que puede ser la única que tengan en el día”.
Y el trabajo de Alejandra no se limita a educar y concientizar, sino que siempre busca oportunidades para recaudar fondos y así apoyar los programas de CRS que se enfocan en combatir el hambre y la desnutrición en el mundo. Por ejemplo, cada verano, Alejandra se reúne con otros líderes para planear un concierto en el que, además de música, tienen venta de comida, rifas, e invitados que dan su testimonio de solidaridad. El objetivo del concierto es el de celebrar y agradecer la colaboración económica de las personas que contribuyen con Plato de Arroz de CRS y otras iniciativas. Para Alejandra es muy importante este aspecto del agradecimiento, pues sabe que muchas familias contribuyen dando incluso de lo que ellas mismas necesitan.
A través de su participación como Animadora diocesana, Alejandra ha descubierto que su vocación no era ser religiosa sino trabajar para motivar a otros a actuar en nombre de los más vulnerables. “Me [he dado] cuenta de que yo no necesitaba ir a África (…) aquel deseo que yo tenía de niña [de ir a ayudar], yo ya lo estaba haciendo”.
Cuando uno la escucha hablar, es fácil notar su pasión y compromiso con los necesitados. Quizás también por eso algunos describen su entusiasmo como una fuerza imparable. “Hermano, hermana, yo te invito”, dice Alejandra, “ven, únete conmigo. Seamos solidarios y llevemos esperanza, ahí a donde están nuestros hermanos más necesitados. Abracémoslos, acojámoslos y démosles el sí, porque podemos hacerlo. Tenemos el poder, porque tenemos a Dios. Tenemos una fe que nos lleva a eso, a la acción”.
En su encíclica Sollicitudo Rei Socialis, San Juan Pablo II nos recuerda que la solidaridad “no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”.
Para combatir el hambre y la desnutrición se necesitan personas comprometidas por el bien común, como Alejandra. Se necesitan personas dispuestas a conocer la realidad de nuestros hermanos que pasan hambre, y que tengan el valor para promover un cambio.
Juntos podemos liderar el camino hacia un mundo sin hambre.