José Ángel Cruz

personal latino José Ángel Cruz, director regional Promoción de agricultura para las necesidades básicas Catholic Relief Services CRS

José Ángel Cruz, director regional del proyecto Promoción de agricultura para las necesidades básicas en Centroamérica. Foto de Jim Stipe/CRS

Soy de la zona oriental El Salvador. Nací en el departamento de San Miguel en Cantón, El Jute. Tiene ese nombre ya que por el pueblo pasa un río chiquito que tiene muchos caracoles a los que la gente les llama jute.

Soy ingeniero agrónomo con una maestría en administración de empresas. Estoy casado y tenemos un hijo de 14 años. Me gusta hablar mucho con él acerca del trabajo que realizo y observar su interés en lo que hago y por qué lo hago. Cuando viajo, me pregunta por qué viajo tanto, yo le explico que es porque me gusta ayudar a la gente pobre de otros países así como a la de El Salvador. Me siento feliz con mi familia porque siempre recibo su apoyo.

Mi compromiso con la gente pobre del campo es genuino porque mis padres también son campesinos pobres. Mi padre es un agricultor analfabeto. Mi madre afortunadamente aprendió a leer y escribir. Siempre se complementaron entre ambos. A pesar de no saber leer y escribir, mi padre es un hombre muy inteligente y eso le permitió hacer muchas cosas. Los dos hicieron muchos esfuerzos para que yo estudiara en la universidad y terminara mi carrera mientras en El Salvador estábamos en guerra.

Siento un gran compromiso con la gente pobre del área rural porque allí están mis raíces, en CRS tengo un trabajo con grandes oportunidades para apoyarles a mejorar su calidad de vida. Con nuestros colegas reafirmamos el compromiso de elevar el nivel de vida de la gente del campo y con ello contribuir a que los campesinos y sus hijos tengan acceso a la educación como lo tuve yo gracias al esfuerzo de mis padres.

¿Qué podría contarnos acerca de su trabajo en Catholic Relief Services?

Trabajo en CRS desde mayo de 1993, hace alrededor de 16 años. Llegué para apoyar con el proceso de reconstrucción de El Salvador a un año después de la firma de los acuerdos de paz, con el fin de contribuir a la implementación de proyectos que apoyaban la reinserción de la población civil afectada por el conflicto armado a la vida pacífica y productiva del país. Empecé como asistente del coordinador de un proyecto y luego me convertí en el coordinador; gracias a la confianza depositada en mí por parte del director en ese entonces.

Creo que CRS ha valorado mi fiel compromiso con los más necesitados así como mis capacidades de planificación, de adaptación, de aprender e innovar; cualidades que me han valido para asumir nuevos retos y llegar a ser el Gerente del Programa de Agricultura y Medio Ambiente en El Salvador (1999-2007), y contribuir parcialmente como Apoyo Técnico en Latinoamérica.

Durante mis años en CRS puedo decir que también he tenido la oportunidad de trabajar con la subdirectora regional de CRS en América Latina y el Caribe persona que influyó en mi vida profesional de una forma positiva, al ver su entrega por los pobres fuera de los Estados Unidos. A partir de 2007 he asumido un reto mayor: la dirección regional de proyectos iniciando con la Iniciativa Global del Agua (Mi Cuenca) y actualmente como director de A4N.

¿Qué lo motiva acerca de Catholic Relief Services?

Como toda persona humana tengo mis principios y convicciones, los cuales rigen quién soy, ellos me hacen identificarme con los principios de CRS: opción por los pobres, solidaridad, subsidiariedad, rendición de cuentas y responsabilidad sobre los recursos de la creación.

Creo que mi compromiso con los más pobres, tiene sus raíces en mis orígenes; al verme como profesional me siento privilegiado y comprometido por retribuirles lo que ellos han hecho de mí. He tenido otras oportunidades de trabajo en el sector privado pero luego de mis valoraciones pienso que no podría encajar a un nuevo estilo de trabajo, amo trabajar para ayudar a los más pobres y esa es la razón por la cual sigo con CRS, me siento bien con el trabajo que tengo.

Descríbanos un día típico de trabajo.

Llego a las 7 de la mañana a la oficina, respondo muchos de los correos electrónicos que recibo, después leo una pizarra en la que tengo un plan de trabajo de tres meses y reviso qué son las cosas que están en marcha o las que requieren un seguimiento especial, tengo reuniones con los equipos de trabajo para evaluar lo que estamos haciendo. Usualmente si debo estar en la oficina, la mejor hora para escribir es después de la 4 de la tarde, cuando el ambiente es más relajado y se tienen menos interrupciones. Otra parte de mi trabajo es visitar los países de la región, para ello debo de prepararme para dar lo mejor de mí en las reuniones de las que participo y las visitas de campo.

En las visitas de campo, me gusta salir muy temprano hacia los lugares en que se implementan los proyectos. La primera tarea clave del campo es la preparación de los alimentos para el pequeño productor, las mujeres se levantan muy temprano —a las 4 de la mañana— a preparar la comida que su esposo debe de llevar al campo de trabajo. Entonces las primeras horas de la mañana cuando el pequeño productor está en su parcela es el mejor momento para hablar, pues él se siente muy orgulloso de que se lo visite en su trabajo y mostrar lo que hace.

Me gusta mucho charlar con los agricultores, me gusta compartir con ellos, aprender lo que están haciendo, contarles lo que hacía o hace mi padre, les comento de dónde vengo, cuáles son mis orígenes. Esto me ayuda a identificarme con el productor e ir estableciendo una relación de confianza. Lo importante en el campo es compartir con la gente y generar un clima de confianza para entendernos mejor.

De los campesinos en El Salvador aprendí una frase importante, cuando uno les da una recomendación ellos dicen: “si, podría ser” pero eso significa “tengo mis dudas de lo que dice”. Es una manera de resistirse al cambio y he aprendido a buscar una nueva forma de decirle cómo se pueden hacer las cosas y eso es “hacerlo con ellos”. Uno asume responsabilidades de lo que se hace. Si le decimos que debe hacer algo, lo mejor es estar con él, vivirlo y sentirlo con él. Es interesante, particularmente cuando trabajaba para El Salvador, en 2002, que luego de las visitas al campo, en algunas ocasiones los productores me solicitaban mi número de teléfono celular, para estar en contacto.

Recuerdo que en las últimas vacaciones de Semana Santa, recibí una llamada de un número desconocido en mi celular, al tomar la llamada me dije esa voz la conozco; era Don Ismael, un productor del oriente del país, para contarme como habían mejorado sus cultivos. Don Ismael es muy típico al hablar y tiene una voz muy fuerte que es fácil de recordar. Fue muy emocionante recibir esa llamada. Aparentemente son pequeños detalles pero son las grandes satisfacciones del trabaja que hacemos con las familias a quienes servimos.

Descríbanos un momento que se destaca como una experiencia transformadora durante sus años de trabajo para CRS.

Entre 1999 y 2002 desarrollábamos un proyecto con el cual les estábamos enseñando a los agricultores cómo vender sus productos al mercado. Organizamos una gira de observación con un grupo de productores a un supermercado (La Despensa de Don Juan) en la ciudad de San Miguel, El Salvador. Durante los preparativos de la gira les dijimos a los productores que tenían que observar qué productos estaban vendiendo, cuál era la presentación, qué calidad tenían y otros detalles más.

Nuestra sorpresa fue que los productores nunca habían entrado a un supermercado y sus expresiones al ver los vegetales fueron:

“Pero nosotros producimos mejor que eso”, dijeron.

“Lo que queremos es que ustedes lleguen acá con sus productos”, dije.

“Pero ¿cómo vamos a llegar acá?”, contestaron.

“Lo que tienen que hacer es ofrecerlo”, insistí.

Así, hablamos con el gerente de compras y le dijimos:

“Estos son los productores, esta es la muestra del producto. ¿Estarían dispuestos a comprarlo?”

Como todo comprador de un supermercado, su objetivo era comprar barato y vender con mayores márgenes de ganancia, el gerente quería darles un precio bajo. Entonces se decidió bajar una caja de tomate y una de chile y le dijimos:

“Se la vamos a regalar, pero le vamos a poner la marca de los productores y verán que rápido se vende”.

El producto que ofrecen estos productores es fresco, con menos de ocho horas de cosechado y con una buena presentación. Era seguro que tendría excelente aceptación en los clientes del supermercado. Pronto llamaron del supermercado para pedirnos el producto.

Esos agricultores nunca habían llegado a un supermercado pero se dieron cuenta que podían hacerlo. Eso fue impactante para ellos y también para mí porque los buenos resultados son los que justifican nuestro trabajo. Estos resultados son el mejor pago que uno puede tener, y esto sucede cuando lo que uno hace está cambiando en forma positiva y duradera la vida de las familias a quién servimos.

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