El cultivo de la prosperidad: La revolución del arroz en Madagascar

Por Sara A. Fajardo

Son las 8.00 de la mañana, y el sol sobre Madagascar traza surcos oscuros a través del paisaje en el pequeño pueblo de Tsinjorano. La agricultora Patricia Suzy Razafindrafara, de 42 años, se cubre los ojos con la palma de la mano y estudia sus campos de arroz. Tallos gruesos se mecen en la brisa mientras los grillos cantan una canción de cuna por la mañana. Con mucho cuidado se quita sus zapatos de plástico negro, sopesa la podadora por encima del hombro y se apresura entre los arrozales un poco más abajo.

La agricultora Patricia Suzy Razafindrafara mantiene sus campos de arroz utilizando una podadora de metal proporcionada por Catholic Relief Services (CRS) y nuestro socio Cáritas Antsirabe. Foto de Sara A. Fajardo/CRS

La agricultora Patricia Suzy Razafindrafara mantiene sus campos de arroz utilizando una podadora de metal proporcionada por Catholic Relief Services (CRS) y nuestro socio Cáritas Antsirabe. Foto de Sara A. Fajardo/CRS

El sombrero de rafia de Suzy forma círculos marrones concéntricos sobre un horizonte verde al inclinar la cabeza y empujar la podadora. Las ruedas tipo espuela rotan a través de las hileras uniformemente espaciadas, arrancando la maleza y aireando el suelo.

Cuando Suzy comenzó a plantar arroz de acuerdo a la recomendación de Cáritas Antsirabe, socio de Catholic Relief Services (CRS), sus vecinos se reían. En Madagascar, inundar los arrozales es una práctica común. Algunos son tan profundos que los niños se sumergen en ellos en busca de cangrejos de río. La sabiduría convencional dicta la inundación de campos para eliminar la maleza. Suzy no inundó sus campos.

Según los demás, ella estaba haciendo todo de forma incorrecta. Trasplantaba las plántulas sólo 12 a 15 días en su crecimiento. Las sembraba una por una en lugar de en grupos de seis. Además, arreglaba las plántulas en patrones cuadrados de 254 milímetros por 254 milímetros (10 pulgadas por 10 pulgadas), en lugar de filas más cercanas y al azar. Sin embargo, al momento de la cosecha, los campos de Suzy produjeron más de 1.5 veces la cantidad de arroz de sus vecinos. De pronto, “ya no se ríen,” dice Suzy. “En cambio, las mujeres en el mercado me detienen para pedirme que les enseñe el método.”

 

Los jesuitas estudian la producción de arroz

Ese método se llama Sistema de Intensificación de Arroz (SRI, por su sigla en inglés) y es una forma innovadora de cultivar arroz iniciada por el sacerdote jesuita Padre Henri de Laluanié, un misionero francés dedicado a la agricultura que trabajó más de 30 años en Madagascar. A pesar de que el Padre de Laulanié no tenía experiencia en la producción de arroz, optó por centrar su trabajo en el alimento básico de Madagascar —los malgaches consumen más arroz per cápita que cualquier otro pueblo del mundo.

 

Más agricultores se convierten en creyentes

Incluso Suzy era escéptica cuando Charles Rakotondranaivo, de Cáritas Antsirabe, se acercó a su grupo de la iglesia sobre la adopción del SRI. Los números no cuadraban. ¿Cómo podían menos semillas y menos agua realmente equivaler a una mayor cosecha? “Cuando me enteré,” dice Suzy, “Yo pensé que era algo disparatado.”

Cada temporada, sin embargo, su familia era incapaz de producir suficiente arroz en su parcela de 6 hectáreas (15 acres) para durar todo el año. Invariablemente, tenían que comprar suministros para uno o dos meses del grano apreciado justo cuando las reservas se agotaban y había un salto en los precios del arroz. Charles prometió que solo se necesitaría un cuarto de kilo de semilla (media libra) en lugar de los habituales 2.27 kilos (5 libras), para plantar 0.40 hectáreas (un acre).

Ese año, Suzy asignó una de sus seis hectáreas (2 de sus 15 acres) para probar este método. Cuando las cosechas de estas tierras produjeron varios sacos de arroz más que los otros campos, quedó convencida. Con los años, expandió sus campos de arroz bajo el método SRI, empezando con una a dos hectáreas (dos a seis acres) y eventualmente a las todas las seis hectáreas (15 acres).

El SRI requiere de más mano de obra que los métodos de siembra tradicionales, pero la mayoría está de acuerdo que los resultados valen la pena. Una preocupación clave es el tiempo que se requiere para retirar la maleza de los campos. “Si mis seis hectáreas (15 acres) de campos de arroz son deshierbadas a mano,” dice Suzy, “se requiere de cuatro mujeres trabajando durante dos días para hacer el trabajo.” Pero la podadora de metal proporcionada por CRS y Cáritas Antsirabe a través del financiamiento de Better U Foundation reduce drásticamente ese tiempo. “Con la podadora, se requiere de solamente dos personas para hacer el trabajo en un día,” dice Suzy.

En las mañanas cuando Suzy decide podar sola, los vecinos a menudo se detienen para admirar los abundantes granos que crecen en los tallos gruesos de sus campos de arroz o le hacen preguntas acerca de cómo aplicar sus métodos.

A través de agricultores como Suzy, Charles espera extender el uso del SRI a todas las familias en Antsirabe. A pesar de que el progreso puede ser lento, cada familia que inicialmente se mostró reacia en la aldea de Suzy ha probado el método. Se ha corrido la voz —la gente en países tan lejanos como Indonesia y China están adoptando lo que comenzó con la Iglesia en Madagascar. En todo el mundo, el SRI ha resultado en miles de hectáreas cultivadas de arroz cada año.

Más alimentos, mayores ingresos, pequeños lujos

Después de un par de horas de trabajo, Suzy llega a casa a preparar la comida del mediodía. Almacena la podadora en un cobertizo y sube las escaleras a la casa de dos pisos que comparte con su familia y su compañera agricultora de SRI —su suegra Valerine, de 70 años. Mientras que el marido de Suzy, Vincent, de 44 años, atiza el fuego en la estufa de leña y prepara algunas de las judías verdes que ha cosechado en una parcela separada, Valerine extiende el arroz recién cosechado en su tejado para secarse. Lo llevará al mercado el día siguiente para que le remuevan la cáscara.

Suzy mira por encima de su patio y con cuidado tira arroz en un disco metálico. Los perfectos granos blancos tocan suavemente la superficie de plata mientras busca y retira pequeñas piedras y piezas con cáscara. SRI ha cambiado sustancialmente la vida de su familia. Ahora no solo tienen suficiente arroz para todo el año, sino que tienen un excedente para venderlo y ayudarse a pagar las cuotas escolares de sus tres hijos o comprar pequeños lujos como un televisor de pilas.

Cuando la comida se sirve, la familia se reúne alrededor de la mesa. Una ligera brisa hace susurrar las cortinas de encaje mientras inclinan la cabeza en oración. Valerine canta la gracia en el dulce y melódico malgache, y la familia da las gracias antes de deleitarse con un banquete de arroz, judías verdes y pescado.

Sara A. Fajardo asociada regional de comunicaciones para África Oriental y Sudáfrica. SU oficina está en Nairobi, Kenya.

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